El debate suscitado en el seno de la Unión Europea sobre si la aplicación del fondo de recuperación europea debe realizarse a través de "galgos o podencos", es decir, vía transferencias o vía créditos, ha resultado ser sumamente interesante.
Nos encontramos con que los países que han decidido apoyar a sus ciudadanos y empresas con importantes créditos son partidarios de las transferencias (es decir, que no se tenga que devolver el dinero), mientras que los países que han decidido otorgar ayudas directas defienden el otorgamiento de créditos. Resulta paradójico, ¿verdad?
Mientras en el ámbito europeo continúan con este debate, las empresas y los autónomos tienen que pensar estratégicamente y trabajar para adaptarse a la "nueva normalidad": valorar los nuevos escenarios de demanda, cómo afectará la recesión económica a la empresa, a sus trabajadores, a la cadena de suministro, saber si contarán o no con más apoyo por parte de los poderes públicos. En resumen, un escenario extremadamente difícil.
En este contexto, tomar decisiones lentamente, pecar de excesivo optimismo o basarnos demasiado en las experiencias pasadas son tentaciones que deben evitarse.
La reacción de las empresas está dependiendo de su situación de partida. Desde las compañías más sólidas, centradas en la obtención de "colchones" de liquidez de cara al medio plazo, hasta las más débiles, lo único que pueden hacer es intentar renegociar con los bancos carencias en los pagos de préstamos y líneas de crédito. Por su parte, las empresas medianas de nuestro entorno se refugian en los avales del ICO y acumulan retrasos en los pagos a proveedores.
La realidad es que todo esto será insuficiente y las necesidades de refinanciación se van a incrementar de forma muy significativa. En este sentido, la obligación de los gestores es anticiparse a lo que previsiblemente ocurrirá y que transformará nuestro entorno.
Al shock de demanda que estamos viviendo y que continuará en el tiempo, generando un impacto gravísimo en el empleo, deberemos sumar menores prestaciones sociales, veremos una potencial reducción en los salarios de los empleados públicos o un alza en los impuestos, ya que desde Europa se nos pedirán medidas correctoras de nuestras finanzas públicas.
Todo ello afectará significativamente no sólo a los sectores de los que más se habla (hotelero, restauración, aeronáutico, …) sino, de nuevo, y de forma importante, al sector bancario y a la financiación tradicional de las empresas. Y es que cuando hablamos de financiación no nos referimos sólo a la necesidad de avales públicos para que el dinero llegue a las empresas y que, en gran medida, sirve para echar una mano a la solvencia de nuestras entidades financieras.
Nos referimos también a que, desde hace más de un mes, el BCE ha estado relajando los criterios de elegibilidad para proporcionar financiación a los bancos con el objetivo de que éstos la inyecten en la economía y esto incluye desde rebajar los criterios de morosidad a aceptar colaterales sub-investment grade.
Todo lo anterior, unido a la "recomendación" de no pagar dividendos y la limitación a las retribuciones, pone de manifiesto la elevadísima preocupación existente por el sector financiero como canalizador de nuestros ahorros hacia el mercado de crédito.
Esta situación nos conducirá, probablemente, no sólo hacia una mayor concentración sectorial (en la que la experiencia nos demuestra que 1+1 no suman dos), sino a mayores restricciones en la concesión de créditos. En este caso, y a diferencia de la anterior crisis (algo hemos aprendido), esta situación no se deberá a una falta de liquidez, sino a la necesidad de preservar el capital de nuestras entidades financieras.
Sin embargo, frente a este escenario incierto, continúa disponible una gran cantidad de liquidez en el mercado a través de otros instrumentos de financiación. En este contexto, la diversificación de las fuentes de financiación resulta ahora más estratégica que nunca. Numerosas compañías aseguradoras (fundamentalmente extranjeras), así como fondos y otros inversores institucionales, siguen invirtiendo en España en condiciones de plazo y precio muy atractivas sin necesidad de avales públicos.
Y en esta tarea se encuentran ya numerosas compañías, que han decidido adoptar, junto con otros cambios imprescindibles en su modelo de negocio, acceder a otras fuentes de financiación especializadas.
Como sucede casi siempre, anticiparse es la clave del éxito.
*** Vicente Rodríguez es socio y director de Financiación Estructurada de Beka Finance.