A todos nos preocupa tomar decisiones en la vida que nos permitan disfrutar del presente, tanto a jóvenes como a adultos, pero con la capacidad de generar un “colchón” a largo plazo que nos posibilite disfrutar de una determinada calidad de vida en el futuro, nos ayude a afrontar con mayor tranquilidad cualquier tipo de imprevisto o, simplemente, nos permita salvaguardar nuestra tranquilidad.
Si analizamos este horizonte temporal de largo plazo y confiamos exclusivamente en obtener una pensión pública contributiva para conseguir dicho objetivo, podríamos estar bastante equivocados, puesto que el sistema público de pensiones español ha comenzado a manifestar debilidades y flaquezas, fruto de sus riesgos estructurales.
Debilidades del sistema público de pensiones de España
El sistema público de pensiones español se basa en un sistema de reparto, es decir, la población que trabaja en cada momento hace frente a las pensiones de la población jubilada en ese momento-, sin embargo, actualmente cuenta con una pirámide de población invertida, que provoca que el sistema público de pensiones que conocemos, sea con el tiempo insostenible.
Los factores que ponen en riesgo la sostenibilidad del sistema de pensiones y en su conjunto del Estado de bienestar son:
- España es uno de los países del mundo con mayor esperanza de vida (82,4 años). Un punto que incrementa la población jubilada a la cual hay que sustentar sus pensiones.
- España es uno de los países cuya tasa de natalidad es más baja (7,15%). Esto supone un índice de fecundidad 1,18 (número medio de hijos por mujer) muy por debajo del 2,1 necesario para mantener estable la pirámide de población.
- España tiene una de las tasas más bajas de empleo. Un factor que denota un porcentaje menor de población activa, siendo estos, los encargados de sustentar el modelo de pensiones.
Bajo este paraguas, todo el déficit generado por el sistema de pensiones se complementa con fondos estatales provenientes de impuestos, pero la diferencia entre ingresos y gastos del sistema cada vez es mayor y, por ende, perjudica la viabilidad de este y la salud financiera de las futuras generaciones.
Si bien, estos factores de carácter estructural suponen un alto riesgo a futuro para las generaciones más jóvenes, ¿qué podemos hacer para garantizar nuestra jubilación a pesar de estos condicionantes?
La respuesta se encuentra en la planificación y en el ahorro a largo plazo.
Existen múltiples consejos, reglas, métodos y modelos para este propósito.
Cómo planificar nuestro ahorro a futuro
Entre las distintas soluciones, por ejemplo, encontramos el método “Kakebo”.
En 1904, Kumik Chiba publicó un libro llamado Kakebo. Con más de un siglo de antigüedad, este modelo asegura que se puede atesorar hasta un 35% adicional al mes de ahorro, si se aplica correctamente.
Principalmente, consiste en tener el control absoluto de nuestros gastos, anotando uno a uno cada uno de ellos y resolver las siguientes cuatro preguntas:
- ¿Cuánto dinero conseguí hasta ahora?
- ¿Cuánto dinero me hubiese gustado ahorrar?
- ¿Cuánto dinero gasto en realidad?
- ¿Qué cambiaría el mes que viene para mejorar?
Otro de los métodos que ayudan a planificar el ahorro a largo plazo es la fórmula de “Greene”, que ajusta nuestra capacidad de ahorro en función de nuestra edad.
En etapas tempranas y con baja experiencia en el mercado laboral, encontramos un escenario con una capacidad de ahorro baja, dado que prácticamente todo el dinero va destinado al consumo (alquiler, seguros, gastos mensuales, etc.) y, por regla general, no se establece una regla de ahorro en un horizonte temporal a corto plazo.
Según la fórmula de ‘Greene’ a los 20 años hay que tener ahorrado ya un 20% del salario anual, para llegar a los 30 con el 100% del sueldo anual bruto ahorrado. El sistema consiste en ir ahorrando un salario anual cada cinco años, así hasta cumplir los 65 años y llegar a la jubilación con un ahorro equivalente a ocho veces el salario anual bruto.
Si una vez aplicado alguno de estos métodos, nos cuestionamos preguntas como: ¿qué hago con el ahorro acumulado?, ya que de no hacer nada la inflación haría mella sobre él, la respuesta reside en utilizar a nuestro mejor amigo el largo plazo y al mejor remedio para la inflación, la capitalización compuesta invirtiendo en renta variable.
Solventada esta duda, encontramos infinidad de opciones que contemplan la capitalización compuesta y que, de este modo, hagan crecer en el largo plazo nuestros ahorros mensuales.
Si centramos nuestra atención en los planes de pensiones y los fondos de inversión, ambas soluciones nos pueden ayudar a beneficiarnos de este tipo de capitalización. Si bien, en el catálogo de planes de pensiones podemos encontrar algunas alternativas, en los fondos de inversión existe un universo con infinidad de oportunidades según el área geográfica, las divisas, opciones sectoriales o temáticas.
Los planes de pensiones han sido una alternativa interesante durante muchos años gracias al ahorro fiscal que suponían, pero si vemos la tendencia actual -aminorar dichas deducciones fiscales-, estos productos han perdido un gran atractivo debido a los cambios fiscales introducidos recientemente*. Por no hablar de su imposibilidad de recuperar la inversión a plena voluntad y solo en determinados supuestos o en determinados plazos (10 años).
Por su parte, los fondos de inversión nos ofrecen la posibilidad de beneficiarnos de la capitalización compuesta, adaptar la estrategia de nuestra cartera, recuperar nuestra inversión cuando lo necesitemos e, incluso, traspasarlo a otro fondo de inversión.
Por todo esto, y sobre todo en el caso de las personas más jóvenes, es hora de actuar, ya que no sabemos si vamos a percibir una pensión por parte del sistema público de pensiones o podremos proveernos de ella por medio de nuestro ahorro privado. Si hemos interiorizado las bondades de la capitalización compuesta perfectamente, podemos observar que, disponiendo de un horizonte temporal a largo plazo, tener poca capacidad de ahorro no es una excusa. La renuncia al consumo actual no imprescindible nos ayudará a mejorar nuestra calidad de vida en el futuro.
* Las deducciones fiscales de los planes de pensiones de hace 2 años eran de hasta 8.000€ ó el 30% de la suma de los rendimientos netos del trabajo y de las actividades económicas, mientras que en 2021 fueron de hasta 2.000€ y en 2022 tan sólo como máximo 1.500€.