La evolución de los mercados públicos durante este último año y las bajas expectativas de rentabilidad para los próximos ejercicios ante tipos de interés, en muchos casos negativos, obliga a tomar riesgos muy superiores a los tradicionales, debiendo aumentar el posicionamiento en ilíquidos para obtener rentabilidades que, ya de por sí, resultan ajustadas. La intervención de los bancos centrales a través de políticas monetarias expansivas ha sido, sin lugar a dudas, una de las decisiones económicas más importantes de las últimas décadas, resultando clave para la estabilización económica tras la crisis financiera del 2008, y un soporte fundamental ante la situación vivida por el covid durante el 2020, al dar credibilidad al sistema. Sin embargo, la intervención ha determinado un efecto 'crowding out' por el cual los bonos, tanto públicos como privados, cotizan con prima sobre los niveles que justificarían sus fundamentales macroeconómicos.
La entrada de liquidez directamente en el mercado a través de los programas de recompra de los bancos centrales, limita el riesgo de otros compradores al empujar precios al alza y contar con un comprador adicional, y de elevado volumen, en el caso de querer vender. La situación afecta a la valoración del conjunto del mercado, ya que, en esa búsqueda de rentabilidad, el dinero se ha movido con rapidez en todos los activos invertibles, determinando que las elevadas rentabilidades que podían en su día ofrecer áreas como son los países emergentes, también han visto claramente beneficiada su cotización.
Los bajos tipos de interés alcanzados determinan un importante cambio en la inversión tradicional. Las carteras 70/30 entre RF/RV dejan de ser referencia y nos movemos a un mundo, que ya se inició hace unos años, en el que pasamos de utilizar la renta variable como delta, aumentando o disminuyendo su peso en función de una visión más optimista o pesimista del mercado, manteniendo la renta fija estable, a un nuevo proceso de inversión en el que el peso de la renta fija tenderá a limitarse, buscando nuevos activos ligados a rentabilidad o ganancias de capital, dependiendo del tipo de cartera, como son los alternativos.
Sin lugar a dudas, en la composición de las carteras, los gestores deben acercarse, en una proporción limitada inicialmente al 5%/10%, a la inversión en productos alternativos. Estos son definidos como aquellas inversiones que no están cotizadas de forma directa en un mercado público. Los productos alternativos siempre han estado ahí y, de una forma u otra, todos hemos participado ya sea a través de la compra de una vivienda, la creación de una empresa, la petición de una hipoteca o incluso el aplazamiento de un pago. La inversión alternativa está directamente ligada a la economía real. Siempre han existido productos de inversión ligados a la misma, pero hasta ahora eran productos muy minoritarios, que invertían normalmente con plazos largos y liquidez reducida. La necesidad de este tipo de inversiones, la creciente regulación de las mismas, la aparición de vehículos rápidos y flexibles, y la creciente liquidez favorece su industrialización.
Como comentaba anteriormente, esto no quiere decir que la inversión en activos públicos vaya a reducirse agresivamente, lo que significa es que estamos en un momento en el que la inversión en este tipo de activos, buscando una mayor rentabilidad, será determinante en las carteras de inversión, aumentando su ponderación en las mismas.
La liquidez había sido hasta ahora el principal obstáculo que habían enfrentado estos productos
Hasta ahora la liquidez había sido el principal obstáculo al que se habían enfrentado. En estos momentos prima rentabilidad versus liquidez, lo que garantiza su crecimiento y profesionalización. Los productos ya no son unitarios, la demanda existente permite el desarrollo. Estamos asistiendo también a la aparición de vehículos regulados, un aspecto fundamental que favorece la velocidad del cambio al limitar los riesgos de la inversión. Los nuevos vehículos favorecen la entrada de inversores, a los que hasta ahora no se llegaba, que acceden a productos diversificados, pudiendo acceder a otra forma de 'alocar' activos.
Reitero, hasta ahora, la alternativa a los mercados estaba principalmente ligada al producto inmobiliario. La situación ha cambiado, el gran reto de estos activos siempre ha estado ligada a la reducción del riesgo que hasta ahora existía, pero la diversificación, profesionalización y regulación que se genera ante la creciente demanda, permite pasar a una nueva fase de industrialización de los mismos.
La variedad de productos es muy amplia y seguirá aumentando en los próximos años. Existen tanto productos de corta duración ligados a dividendos como productos de larga duración ligados a posicionamiento en el capital de las empresas. Hay modelos disruptivos, como es el mundo de los 'search funds', productos a largo plazo como pueden ser los fondos forestales, productos de 'direct lending'...
Es un proceso que aún necesita consolidarse, pero, al igual que otros cambios que hemos visto acelerarse recientemente, está aquí para quedarse.
Publicado en El Confidencial por Ángel Blanco - Socio Fundador. Beka Alpha Partners.