«La inflación es el único impuesto que pueden imponer los gobiernos sin legislación alguna», Milton Friedman, economista y estadístico estadounidense, ganador del Premio Nobel de Economía de 1976.
El desorden monetario provocado por el rápido aumento de los precios de bienes y servicios de una economía es conocido como la inflación.
Previamente, es de suma importancia atender al matiz diferenciador que hay entre inflación e hiperinflación y, como consecuencia, el carácter intrínseco que determina si es positivo o negativo.
Cuando el aumento de precios es descontrolado se denomina hiperinflación, no obstante, cuando el aumento se produce de manera normal se designa como inflación. Un elemento que demuestra que la inflación en sí no es negativa, pero sí lo es la hiperinflación o la deflación.
Retomando la definición de inflación, para que esta se dé, debe cumplir dos requisitos específicos:
- Generalizada: en otras palabras, que el aumento del precio no se produzca en un solo producto, sino en una cantidad importante de bienes y servicios.
- Sostenida: que el periodo en el que permanezca en el tiempo sea de forma prolongada.
Una vez que en la subida de precios se identifican estos dos factores, podemos constatar que se está dando el fenómeno de la inflación o bien en una geografía en concreto -hiperinflación alemana de 1923 o hiperinflación en Venezuela de 2020-, o bien a nivel global -como en la actualidad-.
Pongamos un ejemplo. Hace años, al ir al supermercado llenabas la cesta de tu compra con 15 bienes de consumo -productos de usabilidad limitada como alimentos, frutas o víveres- por un precio de 30 euros, sin embargo, desde hace unos meses, esa misma cesta de la compra te cuesta mucho más, ¿a qué se debe ese encarecimiento?
Si tu respuesta ha sido "la inflación", estás en lo cierto, ya que el precio ha aumentado no solo de manera puntual y en un solo producto, sino que lo ha hecho durante meses y en una gran cantidad de bienes.
Este supuesto también puede darse cuando llenas el depósito de tu coche de combustible o dispones de algún servicio como la reparación de una lavadora. Las casuísticas que pueden darse son numerosas, no obstante, no todas estarán originadas por una misma causa.
Antes de abordar los diversos fundamentos de la inflación, expongamos cómo afecta este aumento del coste de la vida a los diferentes actores, que conforman la sociedad y cómo puede repercutir en la economía.
Secuelas y causas de la inflación
Queda claro que la inflación es el aumento de los precios, pero ¿existe alguna contrapartida para paliarlo?
Pues bien, esta subida de precios que afecta a la economía y que genera la pérdida de poder adquisitivo, puede conllevar a los siguientes efectos: anticipación de las decisiones de consumo/gasto.
Para reducir las secuelas de subidas extremas en el tiempo, que incluso puedan llegar a escenarios de hiperinflación, lo que históricamente estamos acostumbrados a ver, es como se emprende una serie de medidas como la subida mínima del salario mínimo interprofesional (SMI) por parte del Gobierno, compensaciones fiscales a los bienes de primera necesidad, o que los bancos centrales pongan en marcha políticas monetarias restrictivas -subida tipos de interés o aumento de coeficiente de caja, entre otras cuestiones-.
La verdad es que no existe una fórmula mágica que haya funcionado de manera consistente en la historia para ello. Algunas corrientes abogan por evitar la intervención publica en momentos en los que nos encontramos, dado que son partidarios de que se reequilibren las fuerzas de manera automática. Otras, como la corriente austriaca, donde la inflación se debe al aumento de la cantidad de dinero, piden una reducción de la masa monetaria. Lo que si tienen en común todas ellas es que deben evitar la temida estanflación, en la que la actividad económica acaba por descarrilar y los precios continúan castigando la compra.
Aunque parezca contraintuitivo la bajada generalizada y sostenida de los precios, es decir, el papel antagónico de la inflación, la deflación, no es la solución. De modo gráfico, el retrasar las decisiones de consumo, dado que al día siguiente los bienes serán más baratos, puede ocasionar que las empresas vendan menos y, como consecuencia, se produzcan despidos y cierren negocios al postergar la búsqueda de la mejor oportunidad de la bajada de los precios .
Una vez vistas las secuelas que conlleva la inflación, pese a que veces se emplea de manera puntual para estimular el crecimiento económico, volvemos a las causas que la originan.
Por ello, primero, hay que discernir entre la inflación de la demanda y la inflación de costes.
La primera se produce cuando hay un exceso de demanda* de bienes, debido a que esta crece más rápido que la oferta**, lo que produce que los consumidores estén dispuestos a pagar más y, por ello, las empresas suban los precios.
Por ejemplo, los ciudadanos de un país quieren comprar el doble de smarthphones de la última versión de una determinada marca y en contrapartida, las empresas no están preparadas para este tipo de producción, por lo que la oferta no puede seguir el ritmo. Esto ocurre por dos circunstancias:
- La oferta de un país no puede seguir el ritmo de la demanda.
- Si se imprime demasiado dinero, la gente estará dispuesta a pagar más (hay más demanda) pero no hay más bienes (misma oferta), por lo que supondrá un aumento de precios.
Respecto al segundo tipo de inflación (costes), ocurre cuando se da un aumento en los costes de las empresas -salarios, materias primas, energía, etc.-, ocasionando que sea más caro producir y se efectúe una subida de precios -una rueda en la que los productos son más caros, los trabajadores piden un aumento de salario y las empresas vuelven a aumentar sus costes-.
Perjudicados y beneficiados con la inflación
La pérdida del valor del dinero y la incertidumbre económica son efectos de la inflación, pero ¿qué grupos salen perjudicados y beneficiados?
En la cara de la moneda del grupo de los perjudicados están los ahorradores -sus ahorros valen cada vez menos-, los prestamistas -cuando les devuelvan el dinero podrán comprar menos- y los pensionistas y trabajadores -pensiones y salarios aumentan menos que los precios-.
Mientras tanto, en el reverso de la moneda, el Estado es el gran beneficiado, ya que sus gastos no suelen aumentar mucho y lo que aumentan son sus ingresos cobrando más impuestos (IVA) al ser los precios más altos. Sin embargo, este rol cambiaría en el supuesto de la deflación.
IPC, el indicador para medir la inflación
A la hora de estudiar cómo han variado los precios de los principales productos que se consumen en un país de manera anual, el Índice de Precios de Consumo (IPC) -publicado mensualmente- será el indicador que enuncie la media de los precios de los productos que han subido o han bajado.
Este proceso se elabora a través de tres fases: encuestas de presupuestos familiares (EPF), la cesta de la compra, donde se incluye los productos representativos que consumen las familias del país según los datos de las encuestas EPF, y el estudio de los precios de los artículos de esa cesta de la compra por medio del Instituto Nacional de Estadística (INE).
La subida del IPC se traducirá como la existencia de la inflación en los precios y el nivel de impacto en la renta disponible de las familias -reducción de consumo-.
Aunque esta es la métrica más empleada, existe un amplio debate respecto a si la confección de la cesta de la compra es correcta (reflejando fielmente la realidad de cada país). Es por esta razón, que las principales autoridades mundiales siguen además otros indicadores para evitar “llegar tarde” a la hora de tomar decisiones.